domingo, 22 de junio de 2008

Un pensamiento para La Mujercita del Clarinete

Mujer nómada."Más bien habría que construir arquitecturas ficticias y efímeras, como entidades permanentes". Toyo Ito



Material de nuestra arquitecta- escenógrafa, Anabella Gatto.

jueves, 19 de junio de 2008

Canciones buscadas








"Yo era una rosa que crecía con el frío

No era un pájaro

No era una mujer

Yo era una rosa y mis espinas

No lastimaban

Me hacían crecer

Un niño rojo en el frío

que parecía una rosa

que no quería parecer...

Yo era la rosa en busca de su cowboy

El que yo mismo era

El que quería ser"


Letra: Agustina G.

Música: Nico Falcoff


Muy pronto en su teatro amigo!

domingo, 1 de junio de 2008

Destino

Dodds, en su artículo "On misunderstandig Oedipus Rex" (Malinterpretando el Edipo Rey), nos habla de que ha habido demasiadas proyecciones de visiones extemporáneas al mundo de la tragedia. Muy frecuentemente se ha leído el Edipo Rey como “determinación versus libertad”, es decir, Edipo es, a partir de entonces, el paradigma del hombre que no puede escapar a su destino. Leandro Pinkler, en su artículo “El Edipo rey de Sófocles”, nos dice, al respecto, lo siguiente:

“Resulta anacrónica la oposición libertad-destino en época clásica, si bien es habitual en nuestras asociaciones, pues no podemos pensar en el destino sin oponerlo a la libertad. En realidad, históricamente esta oposición es netamente cristiana, y puede hallarse anticipos de esta concepción en el estoicismo, pero nunca en época clásica o anteriormente. En efecto, en época helenística, en la que se desarrolla el estoicismo, la palabra habitual para "destino" es heimarméne, verbo meíromani, del mismo tema radical de moira ("parte repartida"). Resulta esencial señalar que entre las diferencias entre la weltanschauung moderna y la antigua, la concepción del destino es seguramente la más significativa. Pues para el hombre del mundo clásico, arcaico u homérico, ésta resulta ser una categoría omnipresente, para la cual disponían de varios términos; y se hallaba continuamente en la vivencia cotidiana con el sentido fundamental de "la posición de un orden divino del mundo", o bien "el carácter numinoso de la realidad". En principio, ocurre algo semejante a lo que se da con el término "religión", para el que los griegos no tenían un solo equivalente sino varias palabras, con distintos matices. Y como nosotros damos cuenta de la noción destinal por un solo término -las palabras "fortuna" o "azar" no tienen ya un carácter numinoso- las diferencias se pierden. Así atestiguamos que en el griego clásico existe un importante grupo de palabras para cubrir la semántica del destino: si partimos de las tres más importantes-moíra, tyche anánke-, es para advertir que está constatado en usos textuales que donde aparece una no cabe el uso semántica de otra. Las tres aparecen, y varias veces, en el Edipo Rey, en distintas acepciones por supuesto, pero generalmente han sido traducidas por "destino" y sus equivalencias en otras lenguas modernas. Moira se relaciona etimológicamente, como habíamos indicado con su equivalente helenístico heimarméne, pero si bien en ambas está la idea de "parte", la diferencia reside en el hecho de que heimarméne es un participio perfecto pasivo con la idea de algo ya previamente repartido, cuyo resultado es la determinación en que se halla el hombre, idea helenística, anticipo de la oposición con la noción de "libertad". Por el contrario, moira para el hombre clásico -o de épocas anteriores- significa pura y simplemente "parte", digamos "lo que te tocó". La moira es las circunstancias peculiares de cada existencia, éstas no se entienden como opuestas a la libertad, sino como un hecho concreto de la existencia que hay que afrontar. Anánke, muchas veces con la traducción de "necesidad". Existe la arcaica concepción acerca de que "contra Anánke ni los dioses luchan", escrita con mayúscula para señalar su carácter de potencia animada, numinosa, Se trata de lo que es de una manera y no puede ser de otra, pero como fundante de todo; de que todo, en cierto sentido, es de una manera y no puede ser de otra. Esta palabra da cuenta de todo lo que no está producido por nuestra voluntad, pero a gran escala, como una voluntad del mundo, de la realidad. No se presenta como una totalidad armónica al ser humano, sino con cierta violencia. Se la ha analogizado con "el estado de yecto" heideggeriano, o "el principio de realidad" freudiano. Tyche que es la palabra que se ha tomado como más ejemplar, generalmente, de la idea de destino, es mucho más equivalente a "fortuna". Ahora bien, si se piensa en el sentido de "destino = determinación, opuesto a libertad", el malentendido es enorme, pues tyche significa más bien la total indeterminación, el hecho de que a cada cual le puede pasar cualquier cosa. Se dice "Tyche se complace con los variados cambios". Mientras está uno vivo, está sometido a los posibles avatares, lo que se asocia con el final del Edipo Rey, en donde se afirma que de un hombre sólo se puede decir que es feliz después que ha muerto. Justamente, en esa parte final del texto se dice: "He aquí a Edipo, el que solucionó los famosos enigmas y fue hombre poderosísimo, al que los ciudadanos miraban con envidia por su destino". Y en el texto griego la palabra utilizada es tychas -un plural de acusativo- para dar cuenta de que son envidiables los cambios de fortuna de Edipo, pero ahora horrorosos“.

Entonces, el llamado determinismo de la tragedia, es, quizá, un mal entendido, la cuestión es harto más compleja, el destino es una combinatoria de una Ley inquebrantable (anánke), las circunstancias particulares de cada vida (moira) y la suerte, el azar (týche). Lo que se propone Buscado es trabajar con todas estas valencias y repartir signos que den cuenta de cada una. El resultado es una posibilidad múltiple, abierta, que es para mí una visión inquietante si lo que se está leyendo es tragedia. Acentuar sus aberturas y no sus cierres como tantas veces se ha hecho, y crear un juego propio, moderno si la modernidad es la posibilidad de abrir líneas indefinidamente y de quedar, sin embargo, atrapado en una red (valdría apoyarse en Deleuze y en Foucault respectivamente, para seguir este pensamiento).

domingo, 16 de marzo de 2008

Ensayo: Niño viejo

"¿En serio eres mi padre?
¿De verdad nunca me habías abandonado?"

En Buscado hay una escena entre EL HOMBRE y EL CHICO. El padre encuentra a su hijo en una noche de lluvia. Lo estuvo buscando durante diez años hasta que hoy, esta noche en la que llueve, lo ve dentro de una cabina telefónica en alguna calle de Tokio. “Niño Viejo, es un lindo apodo”, eso es lo primero que le dice. La escena sigue y es bella. Sin embargo, la consideré menor hasta el martes pasado, cuando los actores, en esos días en que quieren darlo todo, hicieron que ese breve fragmento de texto tuviera su estallido semántico. Lloré. Porque las palabras brillaban en sus cuerpos y porque supe que ese pequeño encuentro entre los personajes reviste un dolor universal. Lo que sucede en la escena, es que ninguno de lo dos sabe qué hacer con eso de ser padre y de ser hijo. Este es un tema antiguo y la escena no pretende dilucidarlo sino que lo pone ahí, con suavidad. Con tanta suavidad que había pasado desapercibido.



jueves, 13 de marzo de 2008

Ensayo: el camino del héroe

¿Creés que soy débil?

Toyohara Kunichika, Hiyoshimaru


Hablamos del amor fati, del amor al propio destino. De las dos moiras de Aquiles: vivir muchos años, casado y con riquezas, o morir en Troya. De la elección de Aquiles: morir como un guerrero, para “llegar a ser quien es”. También, de que los personajes se consituyen hacia fuera, no sabrán quiénes son luego de una reflexión interior, sino que los otros les darán signos, como pistas de un juego en el que, quien gana, "llega a ser quien es". El juego épico, heroico. El camino de EL HOMBRE, el camino del héroe.
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En otro blog, con esta misma imagen, escribí sobre un concepto de Jacques Lacan:
El ágalma es ese objeto al que el sujeto cree que apunta su deseo. Pero no.
“Ocúpate de tu alma... Debes saber que lo que persigues no es más que aquello con lo que otro hará, más tarde, tu alma, a saber, tu imagen. Debes percibir que la función de este objeto no es de meta, sino de causa mortal, y haz tu duelo por este objeto. Este no es más que tu imagen”.

lunes, 18 de febrero de 2008

Por qué es aún posible el amor

Breve consideración sobre “Buscado”, la tragedia y el teatro.

Lo que me interesa de la tragedia es lo que ella despliega en el ámbito privado. La pregunta es cómo sería posible desasir los lazos familiares de la polis (lo privado de lo público) si están amarrados a ella como si fuesen los brazos de un cuerpo. ¿Pero no es acaso lo que hizo el psicoanálisis: pasar ese afuera que eran los dioses, y cuyo medio de expresión era la naturaleza, al interior del sujeto (porque cuando Freud escribió el sujeto tenía interior y allí cabían las cosas, ya no era aquel héroe trágico al que describe Walter Benjamin como una caja vacía en la que resuenan las voces de los dioses)? ¿No produjo Freud un sismo en la geografía de Edipo, y dijo de algún modo que las vías entre Corinto y Tebas eran las mismas que unían la conciencia y el inconciente?

Pero el texto de Sófocles tiene vías tan míticas como reales. Esa síntesis que logran los trágicos (no ponerlo todo en lo mítico ni en lo histórico sino jugar en ambos frentes) es tan sutil y comprensiva de la existencia que ni el psicoanálisis ni ninguna otra disciplina que no sea o implique a la tragedia misma puede hacerle total justicia. La tragedia es pensamiento, implica al alma si ésta es el resultado de las afecciones del cuerpo, y es un mecanismo absolutamente ficticio que toma a los límites de la realidad como pasos de frontera.

Buscado tiene sus vías, las que conectan Tokyo, el D.F. y New York. Tres ciudades que funcionan como síntesis de un mundo que tiene esta doble valencia de la que venimos hablando. Lo que importa en dichas ciudades es, sobre todo, que tres hombres y una mujer se reúnen allí a jugar un juego mítico. Pero a la vez esas ciudades llevan un nombre real, y cada una aporta su color, su densidad y su paradigma.

¿En dónde sucede la acción de una tragedia? ¿Lisa y llanamente, en la polis? ¿O en una espesura en la cual mythos y logos, interior y exterior, lo público y lo privado, se inmiscuyen?

La saga trágica se propone trabajar, apoyándose en la teoría de la tragedia y en los textos trágicos, sobre esta trama compleja pero asumiendo una posición inevitablemente subjetiva: quien escribe soy yo, en el siglo XXI, y me propongo más que el trabajo del antropólogo y del arqueólogo, la experiencia artística. En El grado cero de la escritura, Roland Barthes dice que el estilo es la piel que tiene el escritor con el mundo. ¿Cuál es la piel que hay entre la tragedia, escrita en el siglo V antes de la era común, y alguien que escribe hoy? ¿Por qué es aún posible el amor? ¿Y en qué consiste ese amor?

En mi caso, no pasa por lo trágico en tanto pensamiento sino por la tragedia en tanto género. Quiero decir, que no habría amor si no estuviera la ficción asegurando un juego increíble, y allí habla la piel: que el titán Atlante sostuviera el cielo para que no se cayera sobre la tierra era para aquellos griegos una creencia y es para mí hoy algo del orden de lo maravilloso. Entonces yo puedo decir: me maravilla tu creencia, quiero tu fe: puedo amarte.

“¿Qué es un acto de fe en el teatro? ¿Por qué es preciso creerle al teatro? Es preciso. ¿Por qué es preciso?” (Derrida, El Sacrificio, 1991). La forma de esta pregunta se inscribe en la cuestión del teatro de un modo certero, haciéndole, ahora sí y en este caso, total justicia. Por esta pregunta habla el teatro mismo. La ficción con sus cuerpos ahí (esa erótica del teatro a la que Barthes ha tildado de histérica: los actores están ahí, piden la mirada pero prohiben que los toquen) es necesaria aunque nadie pueda decir por qué. Y nadie puede decir por qué, porque se trata de la fe, desde aquella que tenían los griegos en que Dionysos estaba presente para recibir el tributo y por medio de la cual la catarsis tenía lugar, hasta la que tenemos hoy, cuando lloramos porque Hamlet se pregunta por qué no puede llorar si el actor que tiene enfrente sí puede hacerlo y “¿Por quién? ¿Por Hécuba? ¿Y quién es Hécuba para él o él para ella?”. Y en Hécuba nos quedamos, como si llegáramos al origen. Porque alguien escribió, por primera vez, que esa reina lloraba por Troya y los suyos y que esas lágrimas merecían un cuerpo. Esa legalidad del cuerpo en un escenario, esa necesidad de ser mirado de ese modo, en el que yo es otro, por los otros, es de los griegos y es nuestra porque ellos lo inventaron y nosotros lo seguimos eligiendo hasta hoy. Quizá el teatro sea sencillamente eso: llorar por Hécuba, llorar por otro. O reír, claro. En esa entrega religiosa (la religión aparece cuando el sujeto sitúa algo de su vida más allá de sí, sea el cielo o un otro), creo, es posible el amor.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Magia!

Dedos de fuego, Notis (por Alfredo Salazar),1940



Rabbits, León Bosco (por Adolph Frielander), 1905

¿Qué es un acto de fe en el teatro? ¿Por qué es preciso creerle al teatro? Es preciso. ¿Por qué es preciso?
J. Derrida, El sacrificio, 1991

lunes, 11 de febrero de 2008

¿Por dónde camina El Hombre?



El mundo de Buscado fue sintetizado en tres ciudades existentes pero imposibles.
¿El Hombre anadaría por un lugar más o menos así?

jueves, 10 de enero de 2008

Te estuve buscando para preguntarte algo...

Ayer Anabella realizó esto a modo de boceto para la gráfica. No es definitivo, claro. Imaginamos, sobre todo, color. Esto es apenas un trazo. Pero algo hemos encontrado en él. Imagino a Tokyo, el DF y New York (las tres ciudades en las que la acción transcurre) como líneas que se tocan pero no. Cables de teléfono, rutas, caminos, estaciones. Infinitas vias de comunicación entre las cuales dos deben encontrarse.

martes, 1 de enero de 2008

Sobre la necesidad de escapar o sobre la escritura


Desde niña tuve una imperiosa necesidad de escapar (una necesidad cuya fuerza de trabajo levantaría un imperio). LA MUJERCITA DEL CLARINETE habla por mi: A los nueve años me fui de mi casa para arruinarle la vida a alguien, calculo que a mi mamá porque a mi papá no lo veía mucho, no llegué a odiarlo. Agarré un bolsito, puse unos zapatos, una bombacha y me dije que iba a tener suerte. Fui a la estación de tren y me paré al lado de un hombre que tenía un bolso muy grande, pensé que podía darme cosas. Aquí aparece el problema: el que escapa necesita sentirse atrapado, entonces busca cosas, las pide.

Houdini es el claro ejemplo, pide sogas, cajas, cadenas, esposas y, sobre todo, espectadores. Allí no hay metáfora. El es el amo y el esclavo de sí mismo. La palabra familia, según el diccionario etimológico de Joan Corominas, es esto: “primitivamente, el conjunto de los criados y esclavos de una persona”.

Desde niña, desde que la memoria me asiste, tengo ganas de escapar de alguna caja que me encierra, siento que hacen trucos conmigo. Diré algo previsible: escribiendo yo hago trucos con los demás. Eso me libera hasta que una nueva obra tiene que surgir, entonces busco esa caja, allí están las cosas que yo pido: lápiz, papel y no demasiado aire.

El Hombre del Piano

Vi a Oscar (Nuñez) en las película Nueve Reinas y en Buena Vida Delivery. Fue en esta última que su trabajo me impactó de un modo nuevo. O viejo. Quiero decir: Oscar tiene ese tipo de actuación que yo venía añorando. Esa que empezó en Rusia y tuvo sus buenos resultados (no sólo) en Hollywood. Hace poco volví a ver Mean Streets. Por esas épocas, De Niro y Keitel me producen una emoción que no puedo explicar en palabras de este mundo. Por éstas, Oscar también.


PD: Nuñez y la Bersuit

sábado, 21 de julio de 2007

Buscado


Publicidad de zapatillas depotivas en la que actúa EL CHICO


UN HOMBRE CORRE POR LAS CALLES DE TOKYO / D.F. / NEW YORK / BUSCA A OTRO HOMBRE / DETRÁS DE ESTE HOMBRE CORRE OTRO POR LAS CALLES DE TOKYO / D.F. / NEW YORK QUE LO BUSCA Y DETRÁS DE ESTE OTRO / CUANDO SE SIENTEN PERSEGUIDOS SON JOVENES / CUANDO PERSIGUEN SON VIEJOS / EN AMBOS CASOS CREEN QUE PODRÍAN CORRER ETERNAMENTE / EN CUALQUIER LUGAR... A CUALQUIER EDAD... VE TRAS ESO QUE QUIERES / SIN DEJARTE ATRAPAR /