sábado, 5 de septiembre de 2009

Dijo No-retornable


La obra comienza cuando una noche un padre encuentra a su hijo dentro de una cabina telefónica, tras buscarlo durante diez años. La cabina cumple un rol decisivo: más adelante será un lugar de confesión, de intimidad, de despliegue de los pensamientos profundos –que rozan lo onírico- de los personajes. Este cubo transparente asemeja al recipiente en el que se sumergían los escapistas encadenados, como Houdini o Tu-Sam. Es un lugar hermético que impide el acceso del mundo exterior pero también dificulta la salida. Ante el rechazo de su hijo adolescente, el padre se desespera al punto de apuntarle con una pistola para pedirle que le deje un recuerdo. Con la remera de souvenir, y tras entregarle su propia camisa, padre e hijo se separan.

“Ningún hombre es una isla, completo en sí mismo. Cada hombre es un fragmento del continente, una parte del todo”, dice la famosa frase del poeta anglosajón. John Donne. Pero en esta obra, los hombres se encierran en su frasco de cristal para aislarse de sus respectivos padres, quienes representan la ley y la cultura. Desde un punto de vista psicoanalítico, el padre es el encargado de imponer la ley y poner un límite a su libertad, para poder ingresar a una cultura dominada por prohibiciones. Es a partir de la figura paterna que el niño constituye su identidad subjetiva, por lo que su función es principalmente simbólica. Es el padre quien funda un sistema normativo que distancia al niño del goce, de quedarse encerrado con su madre para siempre. Este límite marca la necesidad de salir afuera del círculo familiar, salir al mundo a buscar lo que se desea.

En esta obra, para evitar el ingreso pasivo al mundo de la cultura, el hijo escapa. Huye del mundo de los símbolos y las palabras. Escapa a su sociabilidad y, sin darse cuenta, al hacerlo se acerca cada vez más a la muerte, porque va envejeciendo en esa huida. De hecho, la canción que suena una y otra vez como leitmotiv se llama “niño viejo”. El círculo se cierra en ese proceso de búsqueda y escape. Al mismo tiempo, el buscador es buscado, el buscado es escapista y el escapista es buscador. Como dice un video que se proyecta sobre la pared lisa de la escenografía: “Cuando se sienten perseguidos son jóvenes, cuando persiguen son viejos”. Ambas figuras se determinan mutuamente, hacen simbiosis entre sí.

Hay algo de siniestro en la repetición cíclica que despliegan en la obra tanto el tiempo como en el espacio. Un hijo escapa de su padre quien, a la vez ha huido del suyo, y así pareciera proyectarse hasta el infinito en una suerte de mandato que se repite de generación en generación. El hijo escapa y el padre busca, esa es la división de roles que la sociedad estableció para ellos. Es por eso que la huída no es una manera de escapar, sino la repetición de un trauma que toma la forma de rito de iniciación. En su viaje inmóvil, atraviesa las ciudades de Tokyo, Mexico DF y Nueva York, todas iguales entre sí y pobladas por los mismos extraños personajes. Estas tres ciudades son una síntesis de un mundo occidental anónimo, la Polis Global, que ha borrado cualquier huella de particularidad o regionalismo. La escenografía refuerza esta idea: piso negro, panel de fondo blanco y multifuncional, con muebles que se extraen como si fuera un juego de legos, el espacio desarma su identidad: puede ser cualquier lugar.

En cada una de las ciudades los únicos protagonistas son los tres hombres (el hijo, el padre y el abuelo), acompañados por una mujer con un estuche de clarinete que desempeña un rol difuso en la liberación de deseo. A lo largo de la obra se irá desentrañando quienes son. De todas formas, ninguno de los personajes se expone del todo sino que permanecen encerrados en su isla de cristal. No hay casi ninguna construcción biográfica. Lo personal se desintegra en conflictos míticos, fundacionales de las relaciones humanas. De manera fragmentada, irán desarrollando una historia que vuelve a vincularlos, que se repite a través de las generaciones. Escapando del padre, se pierden a sí mismos y tratan de reencontrarse en la figura de su hijo, quien les huye. La cadena sólo se rompe cuando se modifica esta inercia desde el origen.

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