jueves, 2 de julio de 2009

Revista Siamesa


Por Ignacio Santillana


En el programa se lee: Un hombre busca a su hijo por las calles de Tokyo, México D. F. y New York. Listo, nos ahorramos un paso. Ese es el esqueleto de Buscado. Pero una obra no es sólo eso, es, sobre todo, la forma en que se cuenta la historia. Para eso, Agustina Gatto, se vale de tres planos espacio-temporales: una caja de vidrio, tres ciudades (New York, Tokio y México DF) y un video.
Da la sensación de que los personajes acceden a la caja de vidrio para Ser. Ese en ese lugar en dónde pueden despojarse y hablar, cantar, gritar, o hacer un truco de magia.
Las ciudades son los lugares de búsqueda, de esta forma, conforman el lugar del fracaso y la sorpresa, de la ira y el amor; es en donde se juega el rol de buscador y buscado.
El video, una suerte de no lugar, está destinado a colaborar con el entendimiento de la obra, y es ahí en dónde ésta se agranda y encuentra su hilo.
En Buscado hay cuatro personajes: principalmente un buscador, un buscado y un escapista, todos ellos partes de una misma genealogía, más una clarinetista que oficia de contrapunto (mientras ellos se buscan, ella se pierde, como la música, como el baile). Al mismo tiempo, el buscador es buscado, el buscado es escapista y el escapista es buscador: “Cuando se sienten perseguidos son jóvenes, cuando persiguen son viejos”. Si existe uno, existe el otro y viceversa. No hay posibilidad fuera de este binomio. Lo que buscan es a sí mismos, es reconocerse en ese sujeto de búsqueda. Buscan, por sobre todo, la aceptación.
La escenografía colabora perfectamente para que Buscado sea una obra atractiva visualmente. No remite a nada conocido, Agustina Gatto juega con el espacio-tiempo en el texto y lo traduce a la escena, creando así un lugar nuevo, que puede ser cualquiera y a la vez ninguno, pero sí, un lugar de experimentación y búsqueda.

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